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Movimiento mundial de rebeldías (página 2)



Partes: 1, 2

Desde julio de 1996 en que el EZLN convocó al inusitado
Encuentro Intercontinental Por la Humanidad y Contra el
Neoliberalismo
en los Aguascalientes
zapatistas[2], hasta el Foro Social Mundial Porto Alegre
II realizado en febrero de 2002, ha habido una enorme variedad y
riqueza de manifestaciones y procesos
organizativos que permiten empezar a hablar de un movimiento
mundial de resistencias.
En 1996 el EZLN, en voz del Subcomandante Insurgente Marcos,
convoca a constituir

Una red de
voces que
resisten a la guerra que el
poder les
hace. Una red de voces
que no sólo hablen, también que luchen y resistan
por la humanidad y contra el neoliberalismo. Una red de voces que
nace resistiendo, reproduciendo su resistencia en
otras voces todavía mudas o solitarias. Una red que cubra
los 5 continentes y ayude a resistir la muerte que
nos promete el poder.

…una red colectiva de todas nuestras luchas y
resistencias particulares. Una red intercontinental de
resistencia contra el neoliberalismo, una red intercontinental de
resistencia por la humanidad. …una red de comunicación entre todas nuestras luchas y
resistencias. Una red intercontinental de comunicación
alternativa contra el neoliberalismo, una red intercontinental de
comunicación alternativa por la humanidad. (CCRI-CG del
EZLN, 1997)

 y esa red se ha ido construyendo a través de una
infinidad de iniciativas provenientes de la confluencia de
movimientos nuevos con otros portadores de una larga historia que se hicieron
presentes en el FSM Porto Alegre II, realizado sólo cuatro
meses después del atentado a las Torres Gemelas y del
reinicio de las operaciones
bélicas mayores promovidas por el Estado
norteamericano en el mundo.

Las múltiples resistencias y luchas de la humanidad,
representadas en el Foro Social Mundial de Porto Alegre,
reafirmaron la convicción de que Otro mundo es
posible
y que para construirlo hay que derrotar la guerra. La
guerra es la herramienta del poder para destruir y someter a los
pueblos del mundo; la dignidad y la
justicia,
así como el respeto a la
diferencia en la construcción de un mundo el que el
ejercicio de la libertad
constituya el ámbito de la política y la
democracia, es
el espacio de la humanidad[3].

Entre estos dos momentos han ocurrido revueltas como la de
Seattle en contra de la propiedad
intelectual y la privatización de la vida, como la de Praga
cuestionando las políticas
y legitimidad del Banco Mundial,
o como la de Génova en contra de la concentración
del poder y las decisiones mundiales en 7 u 8 manos. Pero
también ocurrieron insurrecciones populares como la de
Cochabamba, peleando contra la privatización del agua y de la
vida y reivindicando la legitimidad de las diferencias culturales
y de los sistemas
jurídico-políticos tradicionales (los llamados
"usos y costumbres") y el derecho a la autogestión de los
recursos
comunitarios vitales; el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin
Tierra fue y
es protagonista de múltiples casos de recuperación
de latifundios; las organizaciones
panamazónicas de poblaciones indias y negras se articulan
para defender sus territorios de los cercamientos, la
instalación de bases de lanzamiento de cohetes o del
simple saqueo indiscriminado de riquezas naturales, ahora
emparentado con las actividades de bioprospección y robo;
y el movimiento zapatista fue capaz de movilizar al mundo entero
en torno a su Marcha
de la Dignidad Indígena, en el que la Comandancia del
EZLN, desarmada pero blandiendo la palabra y la autoridad
moral que los
ha acompañado en su lucha, puso en evidencia la
insustentabilidad e ilegitimidad del sistema
político actual y de lo que desde el poder se concibe
como democracia.

Todo esto, junto con la lucha de los pueblos afgano, palestino
y en general de Asia Central y
del Sureste, amenazados por la geopolítica de la dominación,
así como con las revueltas del pueblo argentino por perder
el miedo al terror de la dictadura y
por recuperar las calles y su capacidad de
autodeterminación, han ido conformando, no siempre
intencionalmente, un gran movimiento de movimientos que
está abriendo nuevas posibilidades de
futuro.  

Las
divergencias

No obstante, si bien el hecho de compartir una
situación similar de opresión sucita una natural
complicidad, la diversidad de situaciones, de perspectivas de
lucha, de percepciones de la realidad y de historias y culturas
es causa también de gran cantidad de divergencias entre
los actores de este proceso. La
apuesta por el futuro en las condiciones actuales sólo
parece posible en un horizonte en el que la diversidad es regla
y, por tanto, implica construir espacios comunes de
intersubjetividad y relacionamiento en los que se erradique la
exclusión pero no la diferencia. Este, que es uno de los
puntos nodales del consenso, no siempre corresponde a la realidad
de los movimientos. El desafío, en estas circunstancias,
consiste en lograr una modificación sustancial en la
cultura y las
prácticas políticas.

Y ese desafío empieza, en este momento, por la
identificación de divergencias y la búsqueda de
caminos de interlocución que permitan el entendimiento
mutuo. Las divergencias son una oportunidad para construir esa
nueva cultura política resignificadora de la comunidad y la
democracia y son la medida del compromiso con el respeto a la
diferencia en la persecución de la unidad en la diversidad
que la mayoría de los movimientos pregonan.

Por ello, un ejercicio de identificación de las
divergencias es necesario para dar paso al proceso de confluencia
de los movimientos en el movimiento. Con esta intención,
se propone aquí un primer acercamiento.

1. Algo que aparece como una diferencia epistemológica
con profundo sentido político de los movimientos de lo que
de manera abusivamente esquemática se entiende como los
del norte y los del sur (o del primer y tercer mundo), es su
posicionamiento en torno a la
globalización y a sus instituciones[4],
en un caso, y en torno al neoliberalismo, en el otro. Con
variantes que los entrelazan, sin duda, las pistas corren por
caminos que podrían llegar a ser divergentes, por lo menos
en sus expresiones más visibles. En un caso el
énfasis se pone en los sistemas de regulación y en
el otro en las premisas fundacionales de la sociedad
capitalista sin que el tránsito entre estos dos niveles
haya sido hasta ahora objeto de mayor elaboración por
ninguno de los movimientos involucrados.

2. Un segundo campo de
identificación-diferenciación de gran importancia
de estos movimientos es su vínculo con el territorio.

Por el lado de lo que se designa como mundo subdesarrollado o
tercer mundo, la insumisión en términos generales
corre por el rumbo de la resignificación de la
territorialidad y del territorio como espacio de constitución de la cultura y del sentido de
la vida, y apunta hacia uno de los límites
absolutos de la mercantilización:

Estos 500 años fueron tomados casi el 90 % de los
territorios de los pueblos indios (…) Queremos acabar con esta
situación, queremos todas nuestras tierras demarcadas y
libres de invasores en abril de 2000 (MRINP, 1998).

Lo que queremos es que seamos respetados todos,
según nuestra cultura y nuestra forma de organización de trabajar, de nuestra
creencia, de convivir y de entender la naturaleza.
Nosotros somos parte de la naturaleza y respetamos lo visible y
lo invisible, respetamos la tierra
porque es nuestra madre, no podemos vender (…) sabemos que la
tierra no nos pertenece, sino que somos parte de ella, así
lo entendemos nosotros, todo ese derecho nos lo quieren
desaparecer… (CCRI-CG del EZLN, 9/03/2001)

Recorrimos tierras y los caminos de ríos,
montañas, valles y planicies, antes habitados por nuestros
antepasados. Miramos con emoción las regiones donde los
pueblos indígenas dominaban y construían su futuro,
a lo largo de 40 mil años. Miramos con emoción las
regiones donde los pueblos indígenas defendían la
tierra… (MRINP, 1998)

En cambio cuando
se observan los movimientos del norte, su perfil indica
una marcada inclinación hacia la
desterritorialización, sus demandas competen o bien
a normatividades internacionales o bien a reivindicaciones
ciudadanas de carácter general y por lo tanto
desregionalizadas. Parecen contener incluso un deliberado rechazo
a la territorialización pues se asume como
sujeción a la Nación.

Frente a esto, la larga historia de saqueo vivida por los
pueblos incorporados al capitalismo a
través de la colonización, historia que se reafirma
hasta el presente, ha forjado un vínculo con la tierra que
es a la vez lo propio y lo arrebatado. La
resistencia en estos casos surge y se manifiesta en muchas
ocasiones como la lucha por los recursos
naturales (desde el cacao, la cochinilla y los metales preciosos
en otros tiempos, hasta el petróleo, la biodiversidad
o el agua en el
tercer milenio), una lucha fuertemente arraigada a la defensa del
territorio que es, simultáneamente, espacio de
concreción de la soberanía popular, de la
autodeterminación, y lugar histórico de
creación del contenido simbólico de la cultura y de
conformación secular de las prácticas de vida.

3. La subjetividad de estos movimientos se construye, en un
caso, desde lo occidental y, en el otro, desde la
resistencia
a lo occidental -si bien entendiéndose a
sí mismos como parte de un mestizaje cultural muy
complejo.

Se equivocaron hace 500 años diciendo que nos
descubrían. Como si hubiera estado perdido
el otro mundo que éramos.

Se equivocaron llamando "civilizar" a la acción
de destruir, de matar, de humillar, de perseguir, conquistar,
someter.

Se equivocaron cuando a matar un indio le llamaban
"evangelizarlo".
Se equivocan cuando a este asesinato hoy se
le llama "modernizarlo".

Para ellos, nuestras historias son mitos,
nuestras doctrinas son leyendas,
nuestra ciencia es
magia, nuestras creencias son supersticiones, nuestro arte es
artesanía, nuestros juegos, danzas
y vestidos son folklore,
nuestro gobierno es
anarquía, nuestra lengua es
dialecto, nuestro amor es
pecado y
bajeza, nuestro andar es arrastrarse, nuestro tamaño es
pequeño, nuestro físico es feo, nuestro modo es
incomprensible. (CCRI-CG del EZLN, 9/03/2001)

Ambos imbuídos en una dinámica de conjunto que los involucra: la
de un sistema de
organización y dominación social universal, sus
bases de resistencia no obstante son culturalmente muy distantes.
Sometidos a una misma realidad de explotación, se
encuentran insertos en relaciones de opresión muy
diferentes en las que el racismo es, sin
duda, el elemento diferenciador de mayor peso.

4. Los interlocutores de las iniciativas de lucha en los
escenarios del norte son los Estados o las instituciones
supraestatales de regulación y una parte importante de las
reivindicaciones se posiciona en torno a ellos: "por la
cancelación de la deuda de los países del tercer
mundo"; "contra el tratado de regulación de la propiedad
intelectual"; "por la prohibición de los productos
transgénicos"; e incluso "por la desaparición de la
OMC" (Houtart,
2001; Seoane y Taddei, 2001; Cockburn y St. Clair, 2001), entre
los más destacados.

En los escenarios del sur, en cambio, parece estar ocurriendo
un desplazamiento de interlocutores. La apelación al
Estado nacional, por la que transitaban regularmente
también los reclamos al FMI o al Banco Mundial,
parece estarse reorientando ante la demostración reiterada
de que este Estado es incapaz de defender a sus pueblos contra el
imperialismo, como en otros momentos se pensaba, porque
forma parte de las instituciones reguladoras y disciplinadoras de
un sistema que, si bien se presenta bajo una polarización
regional muy marcada, es un sistema de dominación en el
que "todos los Estados se enfrentan a toda la gente", como bien
afirman Holloway y Peláez (2002). Los nuevos
interlocutores están en la calle y, sobre todo, en la
lucha; los nuevos interlocutores son todos los otros: los
explotados, los excluídos, los sin tierra, sin techo, sin
partido, sin voz y sin rostro. Los que no están, ni pueden
estar, en las instituciones del poder. No se llama a las
instituciones a establecer reglas menos injustas o a escuchar los
reclamos de la población sino se llama a la sociedad -en
el caso del movimiento zapatista a la sociedad civil– a
organizarse para crear otro tipo de institucionalidad, para
inventar otras formas de organización social y para no
aceptar la sumisión en ningún terreno, en
ningún lugar.

Concierto o
caos

Hasta aquí hemos recogido algunos de los rasgos
generales de lo que se podría dibujar como los movimientos
del norte y del sur, usando esta frontera con
más reservas que convicción. Sin embargo, cabe
decir que al hacer esto se está pensando en movimientos de
muy distinto carácter. En grandes líneas, se puede
decir que la misma realidad polarizada y cargada de antagonismos,
que ha permitido al capitalismo sostenerse como sistema de
dominación, explica la variedad. No obstante, la variedad
proviene, también, de las diversas construcciones
culturales de los pueblos conquistados, sometidos, pero no
vencidos por ese sistema universal. Aparecen en el escenario,
entonces, movimientos que podrían denominarse
ciudadanos, junto con otros que emergen de confrontaciones
sociales, culturales, étnicas y, evidentemente,
políticas, con profundas raíces históricasy
que, en la mayoría de los casos, han aparecido como
movimientos armados o revolucionarios, expresamente
antisistémicos.

En realidad el espectro es muy diverso y matizado y, con mayor
o menor cercanía, hay una especie de continnum que
permitiría ir construyendo los hilos para presentarlos
como lo que realmente son: parte de una misma historia de
insubordinaciones y rebeldías, de resistencias y
utopías; parte de la misma construcción
civilizatoria para el mundo del futuro; portadores de una
indisciplina que se reconoce en el otro por la diferencia
y la fascinación de un mundo en el que todos los mundos
sean posibles, es decir, de una indisciplina contra la
negación.

Pero ser parte de una misma historia, que es el primer
reconocimiento para emprender una lucha compartida, es al mismo
tiempo
develación de la complejidad que supone construir una
utopía a la medida de los desafíos del futuro:
donde la diferencia sea el principio de unidad y una nueva
cultura política sustituya las relaciones de poder por
relaciones de respeto y dignidad.

Y armar esta historia no es un desafío para el
investigador de cubículo sino para los propios
movimientos, para los investigadores-luchadores, para los
pensadores críticos, artesanos y sustancia de la
construcción de esta utopía, para quienes hacen
teoría
en el proceso de lucha y revolucionan el proceso de
reflexión.

Los desafíos del
nuevo escenario mundial

Estos movimientos apenas empiezan a aflorar y a reconocerse
después de las grandes transformaciones mundiales derivadas, por un
lado, de la instauración de un nuevo paradigma
tecnológico y de la reorganización de los procesos
de trabajo que
llevó tanto a su desmembramiento geográfico, como a
la informalización de las relaciones
laborales y al propiciamiento de flujos crecientes de
trabajadores transhumantes; y, por el otro, de la derrota de las
experiencias socialistas y de la consiguiente pérdida de
referentes, tanto de sus adeptos como de sus críticos,
dentro del amplio campo de las izquierdas. Fue necesario volverse
a encontrar, volverse a identificar entre sí frente a una
situación de disciplinamiento social y explotación
del trabajo completamente modificada. 

Los sindicatos
existentes habían sido derrotados de antemano con la
renovada movilidad y versatilidad de los procesos de trabajo; la
informalización laboral
mutiló de golpe las conquistas materiales y
políticas de las organizaciones obreras; la
fragmentación y diversidad interna del proletairado
limitaba drásticamente sus posibilidades de
organización; la utopía socialista fue seriamente
dañada; la historia fue anulada como referente mediante el
manejo tecnológico del tiempo y el espacio; y se indujo
una pérdida general de sentido de realidad a través
de la tecnología de la virtualidad.

Fue necesario tiempo, fue necesario escuchar voces que
venían de lo más profundo de la sociedad, fue
necesario repensarse para empezar a reconstruir las
utopías, que no son sino los caminos de la
emancipación.

Y todo eso empezó a ocurrir antes del 11 de septiembre
de 2001. Inició un 1° de enero hace 8 años en
que indígenas del sureste mexicano levantaron sus armas, pero sobre
todo su voz, en contra del primer tratado neoliberal de integración -antecedente de la unión
continental que se promueve con el ALCA. De ese
primer llamado a recuperar la dignidad y la esperanza hasta el
segundo Foro Social Mundial de Porto Alegre los movimientos
sociales han crecido y han fortalecido los puentes que los
comunican. Las diferencias entre ellos son enormes, mucho
más que las similitudes, pero están empezando a
entenderse como fragmentos de una gran historia y una
utopía colmada de sentidos, y están empezando a
medir sus posibilidades y a construir su propia idea de
futuro.

No hay nada que amenace más la continuidad del sistema
de dominación que la expansión de la subjetividad
(de las subjetividades). Por supuesto no un ataque a las torres
gemelas.

La preminencia de la dimensión político militar
en el aseguramiento del sistema de poder y de su
regulación hegemónica, notable después del
11 de septiembre, no es una respuesta a los atacantes de las
torres sino a ese colectivo humano, informe pero
decidido, que está empezando a subvertir el llamado
orden mundial (Holloway y Peláez, 2002).

El capitalismo está preparado para la guerra, para la
competencia y la
utilización/negación del otro, no para la
democracia. Mientras más se desarrolla, más
polariza; mientras más exitoso, más excluyente. Por
eso se ha vuelto insustentable; por eso mutila, acota y
deslegitima la política.

La guerra iniciada en Afganistán es simultáneamente una
arena de reforzamiento de la hegemonía estadounidense y
una campaña de disciplinamiento general a las condiciones
del ejercicio del poder en el mundo. El enemigo somos todos.
Afganistán es todo el planeta.

Ante esta situación y considerando la despiadada
acumulación de recursos bélicos, económicos
e ideológicos del sistema de dominación encabezado
por Estados Unidos, los desafíos de ese gran movimiento en
ciernes son muchos. Entre todos ellos, tres son especialmente
importantes para no cancelar la posibilidad de desplazar los
horizontes en pos de la utopía y empezar a establecer las
condiciones para la deconstrucción de la
dominación:

  1. No dejarse arrastrar hacia la guerra, entendiendo que es la
    herramienta del poder para someter la creatividad,
    la capacidad de autodeterminación y la politicidad de
    los colectivos humanos. La guerra no es ni puede ser el espacio
    de la libertad. Tener la capacidad y la sensibilidad para
    resignificar la democracia como espacio de ejercicio de la
    diferencia, la intersubjetividad y la libertad; para evadir la
    dinámica destructiva de la competencia creando espacios
    de reconocimiento -y no criminalización- de las
    diferencias, recuperando así la política y su
    contenido ético como ámbito de despliegue de la
    intersubjetividad social, que impida reproducir las relaciones
    de poder en cualquier sentido.
  2. Poder asumir la historicidad del capitalismo para
    descolonizar/emancipar el pensamiento
    (la praxis) en contenidos y formas, construyendo,
    colectivamente, la utopía de un otro mundo sobre
    bases epistemológicas nuevas, aunque enraizadas en la(s)
    historia(s) y en la(s) cultura(s). La inventiva social proviene
    de experiencias más ricas y diversas que las acotadas
    por el capitalismo, el desafío consiste en dejarlas
    salir sin fundamentalismos de ningún tipo, en no oponer
    al pensamiento único neoliberal otro pensamiento
    único. Ni mantener encerradas las expectativas sociales
    dentro del estrecho marco del capitalismo, ni incurrir, en el
    exceso, en la creación de nuevas
    otredades[5].
  3. No pretender la derrota del sistema de poder
    mimetizándose con él. Lograr crear,
    teórica y prácticamente, una cultura del respeto
    a la diferencia que realmente permita ir construyendo el mundo
    que todos queremos, que no es el de nadie en particular.

…hoy (…) ha llegado la hora de romper el silencio, de
romper los muros y las cadenas de injusticias.

Los sin voz y los sin rostro, tendrán por fin el rostro
y la palabra que resonarán en todos los rincones de la
tierra.

Comandante David, EZLN

Bibliografía
citada

CCRI-CG del EZLN (1996), "Discurso
inaugural de la Mayor Ana María" (Encuentro
Intercontinental Por la Humanidad y Contra el Neoliberalismo), en
Chiapas 3, México,
ERA-IIEc.

CCRI-CG del EZLN (1997), "Discurso de clausura del
Subcomandante Insurgente Marcos" (Encuentro Intercontinental Por
la Humanidad y Contra el Neoliberalismo), en Documentos y
comunicados
, T. 3, ERA, México.

CCRI-CG del EZLN (28/03/2001), extracto del discurso del
Comandante David en en Congreso de la Unión, en Chiapas
11
, ERA-IIEc, México.

CCRI-CG del EZLN (9/03/2001), extracto del discurso del
Subcomandante Insurgente Marcos en Milpa Alta, en Chiapas
11
, ERA-IIEc, México.

Ceceña, Ana Esther (1996) "Universalidad de la lucha
zapatista. Algunas hipótesis" en Chiapas 2, ERA-IIEc,
México.

Ceceña, Ana Esther (1997) "Neoliberalismo e
insubordinación" en Chiapas 4, Ed. ERA-Instituto de
Investigaciones Económicas,
México.

Cockburn, Alexander y Jeffrey St. Clair (2001), "El nuevo
movimiento. Por qué estamos peleando", en José
Seoane y Emilio Taddei (Comps), Resistencias mundiales [De
Seattle a Porto Alegre]
, CLACSO, Buenos Aires.

Holloway, John y Eloína Peláez (2002), "La
guerra de todos los Estados contra todos los pueblos", en Ana
Esther Ceceña y Emir Sader (Coords), La guerra
infinita. Hegemonía y terror mundial
, CLACSO, Buenos
Aires.

Houtart, Francois (2001), "La mundialización de las
resistencias y de las luchas contra el neoliberalismo", en
José Seoane y Emilio Taddei (Comps), Resistencias
mundiales [De Seattle a Porto Alegre]
, CLACSO, Buenos
Aires.

Movimiento de Resistencia Indígena, Negra y Popular
(1998), "Brasil outros
500", s/f.

Seoane, José y Emilio Taddei (2001), "De Seattle a
Porto Alegre. Pasado, presente y futuro del movimiento
anti-mundialización neoliberal", en José Seoane y
Emilio Taddei (Comps), Resistencias mundiales [De Seattle a
Porto Alegre]
, CLACSO, Buenos Aires.

 

 

 

 

Autor:

Ana Esther Ceceña

Economista.

Investigadora en el Instituto de Investigaciones
Económicas de la Universidad
Nacional Autónoma de México.

Miembro del Grupo de
Trabajo Economía Internacional (CLACSO)

[1] El desarrollo
tecnológico impulsado por el capitalismo permite no
solamente la apropiación de la fuerza de
trabajo de los seres humanos y esencialmente de sus saberes,
insoslayables para hacer funcionar el proceso general de
reproducción, sino también la del
resto de los seres vivos que, de manera masiva, son convertidos
en materia
prima a partir del desarrollo de las tecnologías
orientadas al conocimiento
interno de funcionamiento de los seres vivos, mediante una
transformación del imaginario colectivo que induce a la
conceptualización de la naturaleza como biodiversidad
(Escobar, 1997).

[2] Los Aguascalientes zapatistas son lugares
de encuentro y diálogo entre el EZLN, las comunidades
zapatistas y la sociedad civil.
En 1994 fue construido el primero al lado del poblado de
Guadalupe Tepeyac que fue destruido por el Ejército
mexicano el 9 de febrero de 1995, provocando la huida del
poblado completo hacia la montaña donde se mantiene
hasta el año de 2001 en que, como resultado de la Marcha
de la Dignidad Indígena, se crean condiciones para su
regreso. El espacio en el que estaba el Aguascalientes, sin
embargo, continúa tomado por fuerzas gubernamentales.
Como respuesta a la incautación del primer
Aguascalientes, donde tuvo lugar la Convención Nacional
Democrática, se crean cinco más que son el lugar
de albergue y encuentro de delegaciones de los cinco
continentes en ocasión del Encuentro Por la humanidad
y contra el neoliberalismo
convocado por los
zapatistas.

[3] "Un mundo sin guerras es
posible
y necesario para que los hombres y las mujeres
vivan en paz, en armonía, en condiciones de justicia y
de igualdad,
para que la humanidad se apropie de su destino y construya
un mundo en el cual quepan todos los mundos" (FSM,
2002).

[4] Salvando el manejo deliberado de la
prensa para
calificar estos movimientos de retrógradas del que
alerta atinadamente Houtart (2001), su enorme diversidad lo ha
llevado a circunscribir el consenso o las alianzas a algunos
puntos básicos. Dentro de éstos destaca la
constante alusión a la globalización, a la que generalmente se
le agregan algunas especificaciones adicionales, según
los casos. En este sentido, se ha empezado a hablar de la
globalización "que no queremos" y la "que sí
queremos", intentando destacar la importancia de los encuentros
internacionales y la articulación mundial de las luchas
(George, 2002). Esto no resuelve el problema de perspectiva,
desde mi punto de vista, y quizá complica más la
percepción. Globalización
es una categoría imprecisa y poco rigurosa, cierto, pero
que ha sido utilizada específicamente para aprehender (y
legitimar) el proceso capitalista de reorganización
mundial a partir de la supremacía del capital
financiero, atendiendo especialmente a su soporte
tecnológico y a las nuevas posibilidades de
articulación y movilidad propiciadas por el avance en
los sistemas de comunicación. 

[5] "…antes de que nuestros primeros padres
y abuelos sufrieran la invasión y la conquista
española, los que habitaban estas tierras mexicanas y
americanas, eran ya pueblos y naciones con largas historias y
experiencias, con avances en conocimientos técnicos y
científicos, contaban con sus propias organizaciones
políticas, militares, sociales, culturales y
religiosas.  Se gobernaban con inteligencia
y sabiduría indígenas. Eran pueblos y naciones
conocedores de la vida, la ciencia y
el universo;
pueblos y naciones que cuidaban y amaban la tierra, el agua y
toda la naturaleza con quienes se relacionaban. Tenían
sus propias leyes, sus
gobernantes, sus grandes sacerdotes, sus dioses, sus templos,
sus palacios y su ejército". (CCRI-CG del EZLN,
28/03/2001).

Partes: 1, 2
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